jueves, 30 de julio de 2009

Pequeño Diálogo Judicial


De regreso de una concurrida ejecución, conversaban animadamente el Juez y el Fiscal.
- Señoría - dijo el Fiscal -, creo que deberíamos suspender, o al menos reprender al verdugo por su falta de habilidad con el hacha. Fue bochornoso, al menos para mí, que necesitara de tres hachazos para terminar con el condenado.
- Sin embargo, fíjese usted que al público, eso de dividir el acto en tres partes, le agradó. En el primer hachazo le cortó una oreja; luego fue un brazo el que voló por los aires, y por último, ya con la mano templada, le acertó al medio del cuello... Fueron tres aplausos muy entusiastas - recordó el Juez con una sonrisa.
- Eso es cierto, fue muy celebrado por el público... ¡Y cómo gritaban! ¡¡Otra, otra!!... Menos mal que us­ted, con el buen criterio que lo caracteriza, los aplacó condenando allí mismo a esa florista que carecía de habilitación municipal.
- Gracias, gracias. Ciertamente se lo merecía... Y ya que me lo recuerda, ¿notó usted cómo, con ese poquillo de práctica, cambió radicalmente la puntería del verdugo? En el primer hachazo hizo volar la cabeza de la florista por sobre el público.
- Es cierto... y ahora que su Señoría lo menciona, es mi deber decirle que creo que debiéramos aumentar el premio que otorgamos al espectador que logra tomar la cabeza en el aire. Una entrada al cine de los martes sinceramente me parece una recompensa exigua - dijo el Fiscal.
- No lo crea, no lo crea, no olvide que ese premio sale de nuestro menguado y discreto presupuesto judicial.
- Tiene usted razón, pero aun así, creo que debiéramos hacer algo para aumentar la afluencia de público a las ejecuciones. Todavía no vi el informe de la taquilla de hoy, pero calculé una concurrencia de unas mil personas. Para un espectáculo con una entrada de un dólar me parece poca gente.
- Sí, puede ser. Ya he estado pensando en algunos cambios... para el futuro - dijo el Juez.
- ¿Se refiere a lo que hablamos el otro día? ¿Eso de intercalar números folclóricos y academias de danzas infantiles entre las ejecuciones?
- En parte sí, pero no alcanza con eso. Yo creo que además, a este espectáculo le está faltando el aporte de una idea revolucionaria. Algo totalmente innovador.
- Yo también había estado pensando algo... - comenzó a decir el Fiscal.
- Bueno, hable, cuente; a ver, ¿qué se le ha ocurrido? Quizá coincidamos - dijo el Juez interesado.
- No, por favor, su Señoría, usted primero.
- No, no. Exponga usted sus ideas y luego lo haré yo - prometió el Juez.
- Bueno... a ver... ¿cómo empiezo? Yo había pensado... este... que quizá... un modo de interesar al público... pudiera ser el que... al condenado... al que se va a ajusticiar... este... se le hiciera... se le hiciera... un juicio previo - dijo finalmente y transpirando el Fiscal.
- ¡Bueno, bueno, en gran parte hemos estado pensando en lo mismo! - dijo el Juez palmeando la espalda al Fiscal que sonreía nervioso.
- ¿En serio? ¿En serio que pensó lo mismo que yo? – preguntó éste, expectante.
- Sí, en principio, sí, pero yo fui más lejos con mis divagaciones. Yo creo que, además del juicio previo que usted menciona,... debiéramos de tratar que los próximos condenados a muerte... sean culpables de algo,... si es posible de algún delito.
- ¡Permítame, Señoría que lo felicite y le bese la mano! ¡Esa es una idea genial! ¡Usted es un revolucionario de la justicia! ¡Pasará a la historia! ¡Seguramente la humanidad le va a agradecer éste, su gran momento de inspiración, con un monumento, una calle o una plaza con su nombre!
Siguieron caminando por las empedradas calles. La noche empezaba a caer sobre la ciudad y la justicia estaba por dar un paso trascendente.