domingo, 22 de noviembre de 2009

Mi Casamiento


La verdad es que, pensándolo bien, no me molestó mucho que el padre de la Rosaura me obligara a casarme con ella. La cosa empezó ayer a la mañana, temprano. La Rosaura está embarazada, se le empezó a notar, la madre se dio cuenta, la apuró y ella le dijo que el padre era yo. No hacía falta más, el viejo subió al Rambler y se me vino al humo.
Yo estaba cargando ladrillos a un camión. El Negro Alcaraz me los recibía y los acomodaba arriba. Ninguno de los dos se había dado cuenta que el viejo había parado el Rambler ahí, junto al horno. Cuando quise acordar lo tenía enfrente, mirándome serio y con bronca.
- Mañana te casás con la Rosaura - me anunció sin saludar.
- ¿Mañana? - pregunté yo, sorprendido.
- Si te querés un poquito, ni se te ocurra decir que no - me advirtió el viejo, acercándose amenazante.
Yo todavía sostenía cinco ladrillos apilados sobre mis manos. Los dejé sobre el camión y el Negro, con más susto que yo, los tomó y los acomodó en silencio.
- ¿Puedo preguntar por qué? - arriesgué a decir con voz entrecortada.
- Vos sabés por qué. La Rosaura está embarazada - dijo el viejo mirándome fijo a los ojos.
Yo bajé la vista, ese viejo me asustaba. Siempre fue medio loco y violento. Yo estaba presente, una vez, el verano pasado, cuando le pegó un cachetazo a uno en la cancha. Ellos estaban como a veinte metros, pero el ruido del golpe sonó como un tablazo. Fue a mano abierta, pero al tipo se lo llevaron dormido hasta la ambulancia.
- Y bueno - dije, resignado, pero sin mirarlo -, si tengo que casarme, me caso.
- Cuando salgás de acá, andate para mi casa, ahí vamos a hablar bien - dijo el viejo pegando la vuelta hacia el auto.
Eso fue ayer a la mañana, ahora ya estoy casado. El viejo se ha quedado dormido en la punta de la mesa. Tomó mucho vino, antes y después de comer. La Rosaura está afuera, saludando a unas tías que se van. Las otras mujeres están lavando los platos y hablando fuerte en la cocina. Y yo estoy acá, pensando y pensando. Siempre me gustó pensar. Costumbres que uno tiene. Y pienso qué lindo hubiera sido que las cosas se hubieran dado de otra forma. Esto de casarse así, de apuro, de un día para otro, sin haberlo pensado. No sé, todavía no me acostumbro a la idea. La Rosaura no es fea; eso sí, es un poco gorda. Un poco, bastante. Ahora más, por el embarazo. Después que tenga el nene algo va a adelgazar. Así dicen... Ojalá, porque si no... Y si no, lo mismo, ya está, es mi esposa... Pero... no dejo de pensar y pensar. Y me pone,... no sé cómo decir,... me pone triste, porque yo hubiera querido otra cosa. Hubiera querido que la Rosaura alguna vez, en todos estos años que nos conocemos, al menos una vez... me mirara y me sonriera. Sí, señor, que me sonriera... Que yo la hablara y llegáramos a ser novios, o algo así. ¿Qué sé yo? Cosas que se me ocurren ahora, que ya estoy casado. Y entre esas cosas que no se dieron antes, hubiera querido acostarme con la Rosaura, aunque más no fuera una vez... una vez...

Rubén Antolín Heredia

1 comentario:

Walter G. Greulach dijo...

Que te puedo decir de algo tan lindo, tan bello. Tan compartido, que hasta siento que perfectamente lo podria haber escrito yo.
Te llevaste todos los porotos Rubencito, precioso...Walter Greulach